Al escritor francés Victor Hugo se le conoce también por ser uno de los grandes defensores del patrimonio y la arquitectura medieval en el siglo XIX. El ejemplo más conocido es el de la defensa de las catedrales góticas y la de Notre-Dame de Paris en particular. En su Note sur la destruction des monuments en France (1825) así como en Guerre aux démolisseurs (1832), el autor se revela contra los «innobles especuladores» responsables de estas destrucciones, bajo el pretexto de que la belleza de un edificio pertenece a todo el mundo, y reclama una ley que proteja el patrimonio.
En esos dos textos, además de presentar una importante lista de destrucciones, entre ellas la de la iglesia Saint Landry, se hace mención en numerosas ocasiones y de manera poco aduladora, de la venta y de la reutilización de materiales resultantes de estas demoliciones. Víctor Hugo constata que «es en estas magnificas ruinas donde el tallador de piedras elige los materiales», y se ofusca con el comportamiento del propietario «que solo ve una cantera de piedras y no un monumento» o con aquel «que vendería el Parthenon por el precio de la piedra». El albañil sale mejor parado, ya que, habiendo participado en la demolición parcial de una iglesia, reutiliza algunos elementos para poder construirse una admirable casita.
Aunque el contexto de la reutilización de materiales, en relación con la protección de los edificios históricos, es en este caso muy específico, pone en evidencia las dificultades y las contradicciones que son necesarias abordar. ¿Como fomentar la reutilización de una manera respetuosa, tanto de los elementos a reutilizar como los propios edificios? ¿Cómo evitar la especulación en la reutilización y prevenir que un edificio solo sea destruido para reutilizar determinados elementos? ¿Cómo evitar que la reutilización sea el pretexto o excusa para una demolición?
Una versión en francés de “Guerre aux démolisseurs” está disponible en la página wikisource.